El escritor rebelde que renegó de la ficción al decidir replicar la realidad en textos donde los protagonistas son seres reales, dijo que se debe ser cuidadoso cuando se decide escribir sobre la realidad de otros, pues ésta puede ser vulnerada.
Emmanuel Carrère, al recibir de manos de la Secretaria de Cultura federal, María Cristina García Cepeda, el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances, explicó que cuando se escribe de uno mismo existe cierto pudor, hay una línea controlada por uno, misma que suele ser implacable cuando se escribe sobre otros. Esto lo comparó con la tortura y la autotortura.
“Lo que vuelve a algo tortura es que la víctima no sabe en qué momento va a detenerse el verdugo. Mientras que la tortura que uno mismo se inflige, sólo por probar, la paramos cuando queremos. Esto es exactamente lo que marca la diferencia cuando escribimos cosas embarazosas sobre nosotros mismos o sobre otros”, dijo seguro ante una audiencia que atiborró el Salón Juan Rulfo, el pasado sábado durante la ceremonia de inauguración de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.
Carrère se sabe convencido de su transgresión literaria y periodística, que le ha dado proyección a escala internacional, sin embargo, reconoce en sí mismo sus límites y los comparte cuando narra sus textos con protagonistas reales.
“Cuando los dos asesinos (que protagonizan la novela A sangre fría) fueron detenidos, Truman Capote fue a verlos a la cárcel, a partir de ahí se articuló uno de los contratos de lectura más perversos en la historia de la literatura. Se hizo amigos de ellos y sin duda Capote era el personaje más importante en la vida de los prisioneros, y pese a ello, eligió narrar sus vidas fingiendo que él no estaba ahí”.
El galardonado refirió que Capote sabía que si los asesinos terminaban ejecutados su novela tendría un éxito mundial. El día en que fueron colgados Capote fue la última persona que Dick y Perry abrazaron; semanas después el libro fue publicado y obtuvo gran aceptación.
“Mucho tiempo traté de imitar A sangre fría: querer narrar la terrible historia del falsario Jean-Claude Roman sin incluirme en la narración. Al final hice otra cosa: renuncié a la abstención, escribí el libro en primera persona. Pensé, sin exagerar, que esa elección me había salvado la vida”, externó el escritor francés.
Con nostalgia, el literato confesó sentirse triste porque “este magnífico premio ya no lleva el nombre de Juan Rulfo”, pues este autor jalisciense lo llevó a una de sus experiencias más importantes como lector, mismas que marcaron una trayectoria que el día de ayer lo trajo a las tierras de uno de los mexicanos que más admiró desde el otro lado del océano.
“Siento gratitud y orgullo por haber sido elegido por un jurado tan excelente. Por ocupar un sitio en una galería de los premiados tan prestigiosos, es decir, los escritores que uno lee y relee, que nos animan cuando nos quedamos sin ideas”, indicó el premiado.
Según el jurado, por ser autor de obras versátiles, ágiles y transversales, el escritor, periodista, guionista, crítico y cineasta francés fue reconocido con el Premio FIL.
El escritor Jorge Volpi reseñó su trabajo en esta ceremonia inaugural; dijo que su obra irrumpe la ficción por medio de la realidad. “Se arriesga en exponer los personajes y sus historias trágicas, ricas, tristes”, añadió Volpi.
En el presídium de la ceremonia estuvieron el Rector General de la Universidad de Guadalajara, Itzcóatl Tonatiuh Bravo Padilla; el presidente de la FIL, Raúl Padilla López; la Directora General de la FIL, Marisol Schulz Manaut; así como autoridades municipales, estatales y federales, mismos que elogiaron las letras desafiantes del francés que no ve géneros, sino historias.
Escribir la realidad sin dañar, es la consigna que imprimió el homenajeado en la feria de las letras: “¿En el fondo, la generosidad y la libertad no son lo mismo?”, cuestionó a los asistentes.
Fotografía: Eva Becerra / ©FIL