Coger en las brechas es algo común y que sencillamente puede ocurrir en todo Jalisco. Lo difícil es cuando la policía cacha a quienes deciden hacerlo. Lo peor: que se trate de dos hombres pues seguro además del mal rato serán violentados debido a la homofobia.
Es difícil ser «los otros», las personas que históricamente han sido marginadas, aquellas que son oprimidas por una sociedad que prefiere rechazar y que decidió poner la etiqueta de la anormalidad a todo lo que no se parezca a la mayoría.
Y no sólo por una identidad sexual disidente, también para quienes viven con alguna situación de salud física o mental.
Historias sobre el desprecio y marginación social son protagonistas de los ocho cuentos que integran el libro De cerca nadie es normal, que fue el ganador en la 18ª edición del Concurso Nacional de Cuento Agustín Yáñez, que entrega la Secretaría de Cultura de Jalisco.
Su autor, el zapotlense Hiram Ruvalcaba Ordóñez, egresado y académico de Letras Hispánicas del Centro Universitario del Sur (CUSur), comparte para Gaceta UdeG lo que hay detrás de esta obra, que busca sacudir, para recordarnos que al final todos los seres humanos somos anormales.
¿Quiénes protagonizan De cerca nadie es normal?
En este libro me interesaba mucho mostrar cómo sobreviven algunas minorías en México. Pienso por ejemplo en personas homosexuales, las que tienen enfermedad mental, las huerfanas; ese tipo de grupos que padecen el ostracismo social. Muchos nos consideramos «normales» porque no pertenecemos a un grupo minoritario, pero al estar en contacto con sus problemas, podemos reflexionar sobre nuestra propia condición humana.
Aquí hay un cuento sobre una pareja gay que está «brecheando» (así se le dice a tener sexo en muchas localidades de Jalisco) y les cae la policía. Ya es un problema grave que te encuentren brecheando, pero a la hora de que descubren que son homosexuales se convierte en un problema más grande por la homofobia y discriminación.
Hay otro cuento sobre una señora mayor que tiene una enfermedad mental y un día regresa a casa con un bebé, y la familia dice «¿qué onda, de dónde salió?». En éste hablo sobre el abandono de las personas enfermas y cómo las tratamos, pero también el abandono de los niños.
Hay un texto terrible sobre una muchacha que nunca ha visto a su padres y se va a encontrar con él en una noche en donde todo sale mal. Otro sobre un pueblito del Sur de Jalisco, donde empiezan a aparecer partes de cuerpos y nadie sabe de dónde salen, y cada vez eso se hace más normal.
El último cuento del libro habla sobre las explosiones del 22 de abril en el Barrio de Analco en Guadalajara. Es una especie de remembranza de que debajo del pavimento y casas reconstruidas hay cicatrices profundas.
QUIZÁ LA VIDA ES ASÍ, HAY CICATRICES QUE SÓLO ALCANZAMOS A VER CUANDO SALIMOS DE LA NORMALIDAD.
Me interesa reflejar cómo la circunstancia contemporánea de violencia estructural y las dificultades en la conexión emocional nos obligan a cuestionarnos sobre los privilegios que muchos vivimos.
¿Hay en los cuentos escenarios propios de Jalisco?
Yo tengo una zona bien determinada que yo denomino como «Tlayolán» (nombre antiguo de Ciudad Guzmán), que es una especie de Zapotlán el Grande, que también integra un poquito de otros municipios del Sur de Jalisco: San Gabriel, Sayula, Pihuamo. Este es el primer libro donde me salgo de mi zona geográfica y me meto de lleno a Guadalajara. Aquí hay dos cuentos que yo imaginé en la ciudad: uno es el de las explosiones de Analco, otro de una mujer que se queda sola en la lluvia, que yo me la imaginaba en todo momento en la avenida Dr. R. Michel. Para mí es importante reflejar el paisaje jalisciense y sobre todo el del Sur de Jalisco, pues ya no es una zona rural, ya no son pueblitos como plasmaban antes, ahora son semirurales o semiurbano. Esos espacios semiurbanos me interesa reflejar en mi literatura.
¿Hubo algo que detonó en ti la necesidad de crear historias con estas temáticas?
Según yo no pertenezco a ninguna minoría, quizá sólo la de los rancheros del Sur de Jalisco –bromea–. Pero tengo muchas personas cercanas que han vivido algún tipo de enfermedad. Mi mamá, por muchos años ha estado batallando con el cáncer. Y digamos que la búsqueda de la salud es enfrentar una serie de trabas: la primera es de la familia, hay muchos casos quienes no tienen una red de apoyo. Luego están las trabas de que los hospitales te atiendan y mucho más en época de COVID-19. Y luego que las instituciones civiles te den permisos para faltar al trabajo. Enfrentar una enfermedad es quedar solo ante el monstruo de la burocracia. Esas son algunas de las situaciones que yo sí he sentido la soledad o la dificultad que representa estar fuera de la norma.
Todos estamos anclados a que tenemos una vida normal y más o menos nos sentimos protegidos o blindados por el sesgo de normalidad que tiene nuestra vida, pero de repente la vida se tuerce y surgen circunstancias que salen de lo que tu estabas preparado para enfrentar y te obligan a demostrate a ti mismo de que nadie es normal.
SI YO ME PRESENTO EN UNA SITUACIÓN DE VIDA O MUERTE, SEGURAMENTE, MI ACTUAR NO SERÁ PARA NADA NORMAL.
¿Qué es lo que más te gusta de lo que escribes?
Son cuentos con una estructura muy definida y muy cuidada en cada uno de ellos. Trato que las historias versen sobre temas conflictivos, éticos y morales, que lleven a lector a preguntarse «¿qué haría yo en esa situación?». He tratado de establecer una línea temática del conflicto que hermana a todos los cuentos. Más que hablar de individuos extraordinarios, a mí me interesa la gente normal: el oficinista, el godín, universitario, la ama de casa, la trabajadora social; estas personas que aparentemente viven vidas grises, pero que en el fondo viven dramas y tragicomedias profundamente humanas. En esas vidas está ocurriendo la verdadera literatura de nuestros tiempos.
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Hiram Ruvalcaba nació en 1988, en Zapotlán el Grande, Jalisco.
Es ingeniero ambiental por el Instituto Tecnológico de Ciudad Guzmán, licenciado en Letras Hispánicas por la Universidad de Guadalajara y maestro de Estudios de África y Asia por el Colegio de México.
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Ha sido becario del Programa de Estímulos a la Creación y al Desarrollo Artístico en Jalisco en la categoría de Jóvenes creadores en 2006 y en 2019.
Es actual becario del FONCA en jóvenes creadores. Ha ganado los Juegos Florales de Zapotlán el Grande en 2011 y los de Lagos de Moreno en 2016.
Entre los premios que se le han otorgado están el Nacional de Narrativa Mariano Azuela 2016, el de Cuento Joven de Comala 2018, el Nacional de Crónica Joven Ricardo Garibay 2020 y el Nacional de Cuento José Alvarado 2020.
Sus libros publicados son El espectador, 2013; Me negarás 3 veces, 2017; La noche sin nombre, 2018; y Padres sin hijos, 2021.