“Se ve cool”, eso es lo que muchos piensan cuando diseñadores de moda “se inspiran” en elementos visuales de sociedades tribales, para luego incorporarlos a sus nuevas colecciones. Se trata de la apropiación cultural, un fenómeno que consiste en adoptar códigos estéticos de culturas que históricamente han sido colonizadas u oprimidas.
Es asumir que aquellos elementos icónicos identitarios de una minoría lucen bien y pueden ser utilizados como quita y pon, sin tener conocimiento de los contextos socioculturales y que involucra la falta de retribución a los miembros de dichas comunidades.
Tal como pasó en 2015, cuando la diseñadora francesa Isabel Marant incorporó en sus respectivas colecciones los patrones gráficos del huipil, atuendo tradicional que el pueblo mixe de Santa María de Tlahuitoltepec, Oaxaca, realiza desde hace más de 400 años.
Los elementos identitarios de la cultura como el Sol y el maguey fueron plagiados y bordados en prendas que se vendieron en tiendas extranjeras en más 4 mil pesos, situación que fue denunciada por activistas y los propios miembros de la localidad oaxaqueña.
Al final, tras varios juicios se reconoció el daño y la ropa fue retirada de las tiendas. Estas prácticas no favorecen a la promoción de las antiguas tradiciones estéticas, ya que la apropiación se hace sin conocimiento de la cosmovisión de los pueblos y no hay retribución a los artesanos originales.
Nancy Gabriela Rojas Juárez, egresada de la licenciatura en Diseño de Modas del Centro Universitario de Arte, Arquitectura y Diseño (CUAAD), por medio del estudio Análisis de las técnicas textiles artesanales de telar de cintura y bordado en Jalisco; su aplicación en el diseño de modas, demuestra que puede existir una inspiración legítima que no atente contra la cosmovisión de un pueblo.
“La finalidad era dignificar los motivos iconográficos wixárikas. Éstos no son moda, no se usan por eso. Estos textiles merecen un respeto y muchos diseñadores lo que hacen es agarrar los bordados de cualquier pueblo indígena y los plasman sin saber qué significan. Lo que quise es que otros supieran qué significaban los bordados para los wixárikas, pues tienen una cosmovisión compuesta de religión y cotidianidad que tenemos que respetar, porque para ellos es sagrado”, señaló.
Para dicha investigación, la joven se involucró con artesanas de la comunidad de San Andrés Cohamiata, en el Municipio de Mezquitic, Jalisco; esto lo logró con la ayuda de la Unidad de Apoyo a Comunidades Indígenas (UACI), de la Universidad de Guadalajara (UdeG).
En el lugar convivió con tres mujeres que preservan la tradición ancestral del telar de cintura y que generan prendas de usanza cotidiana y festiva. Fue un trabajo de documentación que involucró varios viajes y cerca de un año en la comprensión de la técnica y su estética.
“Hice un análisis con todos los motivos iconográficos; hice la clasificación y con base en eso fui utilizando ciertos colores que tienen que ver con la tierra y el agua, que aunque para ellos son importantes, no son tan sagrados, y que quienes no pertenecemos a su cultura los podemos usar”, indicó.
Una vez que identificó y conoció a fondo los significados estéticos, buscó incorporarlos al diseño de moda de bolsas para caballero, proyecto que involucró un análisis de mercado y la utilización de materiales amigables con el medio ambiente.
Rojas Juárez aseguró que la falta de conciencia sobre la utilización de elementos estéticos tradicionales se combate con el involucramiento de quienes no son parte de la cultura en cuestión, no importa que sea de México o de otra parte del mundo.
Según la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Pueblos indígenas, en su artículo 31, reconoce que los pueblos originarios “tienen derecho a mantener, controlar, proteger y desarrollar su patrimonio cultural (…) También tienen derecho a mantener, controlar, proteger y desarrollar su propiedad intelectual de dicho patrimonio cultural, sus conocimientos tradicionales y sus expresiones culturales tradicionales”.
“Todos los diseñadores tenemos que investigar, no sólo decir ‘se ve bonito’; debemos de ir a la comunidad, ir con los curanderos, los abuelos, preguntarles qué significan esos motivos y colores, y a partir de eso diseñar. Es importante ir a las comunidades, trabajar en colaboración con los indígenas y siempre darles el valor de quién es el artesano”, declaró.
“Conceptualmente quise que todos los motivos iconográficos pudieran estar plasmados sin que se saturara el producto –agregó–. El elemento más importante es el bordado en técnica parecida al tipo de punta de cruz, en los que utilizan colores que tienen que ver con la tierra y el agua”.
Las mochilas, además, representan de forma conceptual el llamado “Ojo de dios”, la línea de vida y las herramientas que las artesanas utilizan para el telar de cintura. Al interior de la mochila existen tres bolsas que significan la tierra, el inframundo y el cielo.
La egresada del CUAAD dijo que la mochila es funcional y puede ser utilizada para viajar y guardar muchas cosas en su interior, por eso es amplia.
“Pretendí que la cultura wixárika fuera la fuente de inspiración, mas no hacer una copia de ésta. Lo que ellos tienen en su cosmovisión es respetar a la naturaleza, por lo que los materiales de esas mochilas son libres de plomo, se utilizó un material hecho de botellas de pet. Esta es moda lenta, por eso es un poco más cara, pero duradera”, recalcó.
Hasta ahora sólo tiene dos prototipos, pero busca que algún empresario se interese por el proyecto para que pueda producirlo en serie y que las ganancias sean destinadas a las artesanas de San Andrés Cohamiata.
En el estudio, Rojas Juárez da a conocer que en México hay 14 millones de indígenas mexicanos, de los cuales 32 mil 504 son artesanos en Jalisco, y de quienes, sostuvo, se debería de incentivar la promoción de su trabajo por parte de los diseñadores, pero sin atentar contra sus tradiciones.
A T E N T A M E N T E
«Piensa y Trabaja»
Guadalajara, Jalisco, 14 de mayo de 2018
Texto: Iván Serrano Jauregui
Fotografía: Gustavo Alfonzo